(Victor Hugo Chambi O./Cambio).-El conflicto de la Guerra del Pacífico concluyó en 1904, con la firma del acuerdo de Paz y Amistad, bajo la presidencia de Ismael Montes, sellando la entrega del mar boliviano a los intereses chilenos y a los intereses de la oligarquía boliviana que compartían con sus pares chilenos la explotación de los recursos mineralógicos en el desierto de Atacama y el departamento de Potosí.
El historiador y exdirector de la Academia de Historia Militar, Edwin de la Fuente afirmó que “el acuerdo de las oligarquías fue que traicionó el futuro de Bolivia. En el transcurso de la historia republicana, liberal en gran parte y neoliberal en la última parte, siempre tuvieron la mentalidad de que Bolivia era una hacienda y el poder político era parte de su patrimonio personal”.
El también excomandante de las Fuerzas Armadas sostuvo que “muchos historiadores clásicos que defienden a las oligarquías soslayaron o mintieron sobre los hechos históricos” acerca de los intereses que jugaron, a favor de Chile desde Bolivia, en la Guerra del Pacífico.
¿Quiénes fueron los responsables de esta traición? le consultamos a La Fuente, quien sin dudar señaló a Cambio que “en la traición de la oligarquía boliviana en el conflicto del Pacífico, está la mano de Aniceto Arce, los famosos barones de la plata, Linares y otros hombres prominentes que eran ricos por la esclavitud de los mitayos”.
El historiador Hugo Roberts Barragán en su texto “Mafia de Traidores” señala a los integrantes del Partido Rojo, como los “traidores” que entregaron el mar boliviano a los chilenos.
Adolfo Ballivián, presidente de “la masonería boliviana chilenófila” -según Roberts- urdió los planes para la entrega del Litoral, comenzado por el asesinato del Presidente Agustín Morales en 1872, un par de años después, Tomás Frías y Mariano Baptista, “otros masones influyentes” firmaron el Tratado de 1874, entregando las riquezas naturales del Litoral boliviano a las empresas chilenas.
“Iniciada la guerra, fue ungido en la jefatura de la Mafia el industrial minero Aniceto Arce. Desde los campamentos de la empresa minera Huanchaca, dirigió el servicio de espionaje en favor del enemigo, planeó la estrategia de la traición e impidió la concurrencia de las divisiones V y VI a los campos de Batalla”, apunta Roberts.
A propósito, el general Narciso Campero, comandante de la Quinta división, no ingresó en combate debido a que formaba parte de la oligarquía y utilizó ese Ejército para derrocar a Daza y proteger los intereses del minero Arce.
El historiador La Fuente agrega: “la oligarquía boliviana y la oligarquía chilena fueron los secuaces de los intereses económicos ingleses y el problema del Pacífico en 1879 se define en primera instancia para favorecer los intereses ingleses”, principales accionistas en la Compañía de Salitres y Ferrocarril Antofagasta.
La verdad sobre daza
La historia formal señala que el presidente Hilarión Daza recibió la noticia de la invasión a Antofagasta el 25 de febrero y la ocultó para “estrenar un disfraz nuevo de pepino en las fiestas de carnaval”, hecho que no es verdad según Roberts y Juan Siles Guevara.
El historiador Siles relata que el gobierno de Daza recibió la primera noticia sobre los aprestos chilenos el 15 de febrero, con un telegrama llegado de Tacna, Manuel Granier retransmitió el mensaje del Cónsul en Valparaíso, Juan Granier, enviado el 12 de febrero: “Gobierno (de Chile) ordenado fuerzas reunidas Caldera ir Antofagasta ocupar Litoral”.
Desde entonces el gobierno boliviano envió una misión diplomática al Perú para persuadir que ingrese al conflicto, la tarea se la encargan al ministro Serapio Reyes Ortiz, quién el día 24 de febrero telegrafía “Pérez (gobierno peruano) tarda comprar negocio”. El presidente Daza esperó que su par peruano, Mariano Prado acepte ingresar al conflicto para divulgar la noticia y movilizar el Ejército nacional. El 26 de febrero se hace pública la noticia de la invasión, Daza declara estado de sitio y emite un pronunciamiento a la nación. El 1 de marzo, expulsa a los chilenos, les confisca sus bienes y declara la guerra a Chile.
Al día siguiente, Reyes Ortiz envía un cable en los siguientes términos “Pérez compra negocio bajo absoluta reserva por ahora”.
La Fuente asegura que “la historia y los historiadores fueron destapando una serie de hechos que estuvieron prácticamente ocultos” y que los historiadores formales -parte de la oligarquía liberal- se encargaron de no publicar.
El Congreso de 1905, de mayoría liberal, aprobó el Tratado de Paz y Amistad con Chile, después de un arduo debate que se dio en el Congreso Nacional, donde los partidarios del partido rojo se impusieron en la votación, sentenciando de esa forma el enclaustramiento del país a cambio de sus intereses empresariales.
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