Sunday, November 8, 2015

Seis bolivianos relatan lo que significa vivir en Chile y cerca del mar, al que acuden a gusto y a voluntad.

Estos bolivianos tienen algo en común: son inmigrantes en un país con el que Bolivia tiene un conflicto marítimo que ha llegado a La Haya, una reivindicación que ha despertado el patriotismo de estos bolivianos. Pero hay algo más.

La migración les ha dado lo que más de 10 millones de bolivianos ansían: tener acceso al mar, al que frecuentan por su propia voluntad.
En Iquique, ciudad del norte de Chile, la certeza de vivir rodeado del mar se confirma con los ojos, con el olfato, con la arena.
Si Yanina Becerra pone cierta atención al llegar o salir de su trabajo, puede percibir que las olas llegan a la playa.
Es cruceña, tiene 23 años y trabaja como "garzona” (mesera) en el restaurante Doña Filomena muy cerca de la costa en la zona la Cavancha, que incluye una península. En el local trabajan alrededor de 15 bolivianos, en la cocina y la atención a los clientes.
El motivo para emigrar, hace ocho meses, es su hijo de seis años que vive en Santa Cruz junto a su abuela paterna. "Ganamos más dinero que allá, el sueldo es mucho mejor. Vine para juntar plata; todos estamos aquí por la misma razón, ganar más dinero y pagar deudas y otras cosas”, cuenta.
Como ella, los bolivianos que viven en Iquique -hace años o pocos meses- llegaron por motivos económicos para ahorrar y regresar al país o bien establecerse en esa ciudad-puerto. Casi todos coinciden en que imaginaban que iban a sufrir algún tipo de discriminación por el "tema marítimo” -más aún desde septiembre, cuando la Corte Internacional de Justicia de La Haya se declaró competente para juzgar la demanda interpuesta por Bolivia-, pero -más allá de discusiones esporádicas sobre el tema- no se han sentido maltratados.

Hay días tristes, pero por otros motivos, detalla Yanina. Al llegar al departamento que arrienda con otros compatriotas -después de una jornada laboral intensa- ansía ese abrazo tan necesario y reconfortante de su hijo. Cuenta que estará al menos dos veranos más en Iquique, ya que es la época del año en la que se gana más dinero, siempre y cuando el migrante cuente con los permisos correspondientes.
Los chilenos comentan que para los bolivianos que llegan a la ciudad-puerto no es difícil conseguir trabajo porque "es gente muy trabajadora y responsable”. Iquique es una ciudad cosmopolita, tiene una mixtura de habitantes: chilenos, ecuatorianos, peruanos, colombianos y paraguayos, entre otros.
El rostro femenino del esfuerzo
Katsuko Sakurai es paceña y la gerente regional de la línea aérea boliviana Amaszonas en Iquique. Llegó a esa ciudad hace seis años junto a su esposo e hijos. Lo más desafiante, según afirma, fue buscar trabajo en un lugar en donde no conocía a nadie, se ganó todo a pulso demostrando compromiso y dedicación.
Un día se dio cuenta de que tenía amistades, "un buen trabajo” y que disfrutaba de la ciudad, lo que pasa con muchos de sus compatriotas. "La presencia de los bolivianos es notoria en el comercio, las importaciones, el barrio boliviano y la famosa calle Esmeralda -que se ha llenado de restaurantes de comida típica-, empresas de transporte, casas de cambio y hoteles, los cuales satisfacen las necesidades de los comerciantes itinerantes que van y vienen cada semana”, detalla.
Por su trabajo, sabe lo prolongados que son los viajes en flota, de 12 a 14 horas, desde La Paz a Iquique, y que el gran flujo de los bolivianos está cambiando las cosas. Ahora, la línea aérea Amaszonas ha iniciado operaciones con vuelos desde La Paz que sólo toman 40 minutos.

Juventud y el ejercicio militar
Celia Marcos Calisaya, de 21 años, y Benita Ibáñez Canaviri, de 18, nacieron y fueron al colegio juntas en una localidad cercana a Challapata, Oruro. Hoy son "garzonas” en un restaurante en Pozo Almonte, a alrededor de una hora de Iquique, la comuna donde viven. Celia llegó hace dos años alentada por un tío. Benita siguió sus pasos hace alrededor de un año. Quieren ahorrar para poner un negocio en Bolivia.
Justamente es cerca de Pozo Almonte, en el desierto de Atacama, donde hoy está previsto el ejercicio militar chileno "Huracán 2015”. La pasada semana, el presidente de Bolivia, Evo Morales, señaló que no quería pensar que era una "política de intimidación”, a lo que el canciller chileno, Heraldo Muñoz, respondió que no se busca "intimidar a nadie”, según informó EFE.


Las dos amigas relatan que cuando hablan sobre el tema marítimo, los chilenos siempre dicen con mucha seguridad que no le darán mar a Bolivia. "El mar también es de los bolivianos, les decimos (...). Cuando podemos nos vamos a jugar al mar, es lindo”, dice Celia. Ellas extrañan todo de Bolivia, en especial la comida y la familia.
Yotmar Herrera también es orureño y vive hace seis años en Pozo Almonte. Tiene 21 años, sus padres migraron primero, luego él y sus hermanos. Se graduó del colegio y estudia para ser técnico en ingeniería en construcción en Iquique. Para él, la petición que Bolivia hace respecto al mar es un tema más nostálgico, algo que pertenece al pasado; como creció pasando sus veranos en la playa es una experiencia que considera intrínseca a su vida. "Sería lindo que Bolivia tenga un acceso al mar. Me gustaría, eso sí, queda siempre la esperanza”, añade.
La boliviana de todas partes

Isabel Jennifer Patzi vive hace dos años en Iquique y trabaja en el Hotel Terrado Cavancha, la única cadena de hoteles en el norte chileno, en el área de mantenimiento y cocina. No hay día en que no vea el mar desde la ventana del nuevo edificio hotelero. Nació hace 20 años en Guanay, La Paz, vivió en Santa Cruz, Brasil y Argentina.
Cuenta que no sólo se trata de ganar un buen sueldo, sino que en Iquique acceden a un seguro médico y a los beneficios de ley. Admite que a veces se ha sentido mal porque los chilenos le hablan sobre el conflicto marítimo.
"De hecho, hace poco me pasó y me enojé porque yo defiendo mucho mi patria. No me gusta tocar el tema porque me parece algo político, trato de no llevar la contra porque estamos en un país ajeno. Si tratan de ofender, o algo, uno tiene que defender su país. Yo quiero que Bolivia tenga mar”, asevera con convicción.
Isabel es miembro de la Sociedad Boliviana, un grupo que se reúne para interpretar danzas típicas. Ha bailado en un canal de televisión local saya afroboliviana, morenada, pujllay, entre otras. Le gusta tanto la playa y la vida en ese lugar que piensa quedarse en Iquique al menos unos cinco años más.
Sakurai asegura que el conflicto entre los dos países es motivo de discusiones, pero siempre en "la buena”, nunca ha visto un enfrentamiento grave. Reconoce que tiene sentimientos encontrados porque ama infinitamente a Bolivia y Chile es el lugar que le ha permitido concretar sus sueños. "Es mejor dejar a los gobiernos (tratar el conflicto) y ojalá que se llegue sabiamente a la resolución de este tema”, concluye.
La migración los ha alejado de sus familias; sin embargo, la distancia les ha dado la autonomía de embeberse en un océano que ya consideran suyo.

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